Marcela
Pietrokovsky
Maestra de Canto e Interpretación.
Seminarios de Formación Docente.
Autora de los Libros:
"Terapia a través del canto
(Quien canta, sus males espanta)",
"El secreto de tu canto" y "El canto: La aventura de enseñar a enseñar"


Notas Publicadas

¿Te gusta cantar?
Autoexpresión. Las ganas de cantar suelen estar en el corazón de todos, aunque hay muchos que por una serie de prejucios nunca se animan a hacerlo. Habría que intentarlo: hace bien al alma.
Especial para Clarín Buena Vida 23/02/13
La verdad es que jamás escuché a alguien que diga que no le gusta cantar. Sí me dijeron: “¡Cómo me gustaría cantar…pero cantando soy un perro!” Pero un: “¿Cantar?, ¡no, qué cosa tan fea!”, eso nunca lo escuché.
Creo que todos llevamos en el corazoncito la ilusión, el deseo, de expresarnos cantando. Algunos deciden ir por el camino profesional y se preparan para acceder a ello. A muchos otros no les interesa la fama, sólo deciden estudiar canto para cantar mejor, y la vida dirá.
Otros deciden aprender a cantar para disfrutar más de su propio canto, para que les alcance el aire, para que puedan llegar a los sonidos agudos (los altos) sin esfuerzo, para no quedarse afónicos después de cantar un rato. Muchos docentes de escuelas optan por estudiar canto para no cansarse al dar sus clases, para que sus voces fluyan mejor y estén más sanas.
Algunas personas cantan en coros, en reuniones familiares, en rondas de amigos, y otras sólo en la intimidad de sus casas.
Es que cantar le hace bien al alma.
Después de cantar un rato las cosas se ven de otra manera, suena loco tal vez, pero suele ser así.
Te propongo que en algún momento en el que te sientas triste, enojado, asustado, pruebes de cantar algo, aunque sea un tarareo inventado, y vas a observar que algo te sucede. Tal vez la tristeza se sienta más acompañada, posiblemente el enojo se aliviane, quizás el susto desaparezca o disminuya. Cantar tiene algo mágico, te modifica.
Me despido con una sugerencia: no permitas que nadie te diga que vos no podés o no debés cantar.

Frente al canto y
la vida
No sólo la voz. La actitud que mantenemos cuando llega el momento de dar la nota muchas veces tiene que ver con la que nos caracteriza en otras situaciones. Cantar, vía de autoafirmación.
Especial para Clarín Buena Vida 04/04/13
Cuando un alumno se para frente a mí, en una clase, y canta una nota, lo escucho, pero también lo observo.
Si percibo, por ejemplo, un sonido débil, cerrado o tembloroso, le pido que trate de definir ese sonido que emitió. Intento que él registre las características de ese sonido. Este es el primer paso para trabajar en su modificación.
Es bueno darte cuenta de lo que te pasa, qué sentís, tanto física como emocionalmente.
Cuando la voz tiene este tipo de particularidades es probable que el pecho esté un poco hundido, los hombros hacia delante, la espalda algo encorvada, la mirada caída. Bueno… no podemos decir que de esta manera estemos representando la imagen de la conquista precisamente.
Entonces, le propongo a ese alumno intentar cambiar de actitud. Buscar una intención corporal de desafío frente a la vida (como si fuera una estatua), abrir el pecho, mirar con decisión, y pensar “¡Acá estoy yo! ¡Prepárense!”. Y con esta actitud (abandonando la rigidez de la estatua, claro, pero sin perder la esencia de ella) le pido que vuelva a cantar la misma nota que al comienzo de la clase.
¿Qué ocurrirá? El sonido florecerá, se expandirá, tendrá presencia y seguridad. Es un cambio de actitud intenso. Quizás lo pueda sostener sólo en el momento del ejercicio. Pero es muy probable que se dé cuenta de que las cosas pueden ser distintas. Que si quiere, puede plantarse en la vida de otra manera.

Imitar, hasta ahí
Búsqueda. Tratar de cantar como otra persona no está mal, siempre y cuando se trate de un momento y no de la permanencia en el personaje. El encuentro de la propia voz, la mejor aventura.
Especial para Clarín Buena Vida 02/05/13
Cuando yo era chica, y vi La novicia Rebelde, me enamoré de la voz de Julie Andrews y comencé a cantar con ella (con su disco, claro). Estoy segura de que me enseñó a colocar la voz (aunque ella nunca se enteró, por supuesto).
Si bien yo cantaba desde pequeña, creo que fue allí cuando me picó el bichito de aprender a cantar. Unos años más tarde, entrando en la adolescencia, comencé a estudiar canto, y fui encontrando mi voz, y también mis otras voces dentro de ella.
Pude ir dándome cuenta de qué modo yo quería expresar mi canto. Mi manera de cantar, sólo mía. Sé que para algunas personas es muy placentero cantar con sus ídolos.
El tema es: ¿qué pasa si sólo trato de cantar como ellos? Me transformo en un imitador, quizás un muy buen imitador, pero no soy yo. Y en realidad tampoco seré aquel que imito. Porque esa es otra persona, con su cuerpo, su personalidad, sus historias de vida.
Si yo también tengo todo ese bagaje ¿por qué ignorarlo? Estoy segura de que al buscar adentro tuyo aparecerá una nueva versión, única y propia, de esa canción que tanto amás. No tengas miedo a encontrarte. Vale la pena.

Nuestros personajes interiores
Otra mirada. Dejar asomar los otros “yo” que tenemos dentro es una manera de ampliar la mirada y quererse más. El canto, un camino para darles vida, divertirse y ganar seguridad.
Especial para Clarín Buena Vida 13/06/13
Todos tenemos aspectos de nuestra personalidad que nos gustan, y otros que no nos gustan tanto. También tenemos escondido, allá en el fondo, algunos aspectos que ni sabemos que existen.
Lo bueno es que un día, así, como jugando, podemos invitarlos a salir y sorprendernos con ellos.
Resulta sumamente liberador poder soltar a esos personajes internos que habitualmente no nos permitimos ser.
Puedo ser una persona muy estructurada y darme permiso, por un rato -no te asustes- para ser una loca divertida; puedo ser tímido y transformarme en avasallante; puedo ser recatada y convertirme en una gran seductora; puedo ser serio y dejar salir al pícaro.
También puedo permitirme la tristeza, el odio, la envidia, el autoritarismo, un ratito nomás, jugando.
Te propongo que elijas una estrofa de una canción y la cantes con alguna característica de tu personalidad.
Por ejemplo: si sos una persona insegura, cantála exagerando la inseguridad. Dudá de todo, de la letra, adónde mirar, si quedarte quieto o moverte, si cantar o no cantar, todo lo que se te ocurra. Si podés, aprovechá para reírte un poco de vos mismo.
Ahora, volvé a cantarla pero transformándote en un dechado de seguridades.
Hacelo con voz firme, mirada penetrante, gestos que confirmen lo que decís.
¿Conocés el tango Cambalache? Podrías probar con el principio, o con una canción infantil, lo que quieras cantar, todo sirve.
Todos convivimos con muchos “yo”.
Es muy aliviador, revelador y divertido sacarlos a pasear por un momento, aunque éste sea cortito.

Para cantarte mejor...
Arte y expresión. Aprender a cantar mejor significa conocer tu cuerpo por dentro, registrar tus sensaciones, aprender a percibir tus tensiones y relajarlas.
Especial para Clarín Buena Vida 05/03/13
Muchos creen que uno nace cantando bien, y si no…”estarás hecho para otra cosa”. Te confieso que no comparto esta idea.
Algunos tendrán una predisposición natural y otros tendrán que trabajar más para encontrar su voz. Pero no hay magia, hay dedicación.
Claro que esto no tiene por qué ser tedioso, aburrido o torturante. Puede ser muy divertido, enriquecedor espiritualmente, creativo.
Soy de las que piensan que cualquier actividad que uno haga debería encararse holísticamente - qué palabra difícil, ¿no? -.
Se me abrió un mundo nuevo cuando me di cuenta de que, si integraba ciertos aspectos artísticos a mi búsqueda como cantante y como maestra de canto, podía volar mucho más alto.
¿Por qué no incluir el cuerpo en movimiento, los personajes teatrales, la mirada cinematográfica de una escena, el juego, el humor, los colores, texturas y aromas, otras voces?
Todo esto puede formar parte del aprendizaje del canto.
Siempre me rebelé contra el estudio, por ejemplo de Geografía, leyendo un texto y aprendiendo de memoria nombres, datos, cifras… ¡si viajar es tan grato! ¿Por qué no aprender con vivencias y emociones?
Esos ingredientes: las vivencias, la percepción, las emociones, no deberían faltar nunca en una clase, en este caso de canto.
Aprender a cantar mejor significa -entre muchas otras cosas- conocer tu cuerpo por dentro, registrar tus sensaciones, aprender a percibir tus tensiones y poder relajarlas, descubrir las zonas de tu cuerpo que resuenan con tu sonido.
Sin duda se canta mejor cuando uno aprende técnica vocal, pero también cuando uno permite que su corazón se adueñe de la canción y la transforme en aquello que siente la necesidad de expresar, así, libre y genuinamente.

Cantar es sentir
Voz y expresión. Para cantar con el alma, disfrutar al hacerlo y "llegar" al que escucha, el intérprete tiene que introducirse en la escena que plantea el tema y sentir las emociones que ella genera.
Especial para Clarín Buena Vida 11/04/13
¿Observaste que algunas personas hablan con un tono monocorde? Todo lo que dicen suena igual. Si esto se lleva al canto la canción no tendrá matices, y lo más probable es que suene aburrido.
Las personas que conmueven son las que sienten lo que están diciendo. Muchas veces nos cuesta registrar lo que sentimos, porque no nos damos el permiso, porque nos acostumbramos a responder al deseo del otro, porque nos da miedo sentir o que el resto se entere de aquello que nos invade.
Nada mejor para modificar esto que hacerlo a través de una canción. Te propongo que elijas una canción cualquiera y que cantes una estrofa, pero sin pensar realmente en lo que estás diciendo. ¿Sentiste algo?
A continuación, leé el texto de esa estrofa y marcá las palabras que te peguen fuerte. Imaginate toda la escena: quién canta (que no seas vos), a quién, por qué, qué personalidad tiene, su edad, adónde está.
Tratá de definir con una o dos palabras la emoción principal que te produce esa estrofa (enojo, ternura, tristeza, pasión, etc.) y volvé a cantarla introduciéndote realmente en esa escena y recalcando las palabras que marcaste. Pero hacelo sinceramente, comprométete.
Tal vez te agarre un ataque de risa, tal vez te conmuevas. Lo que es seguro es que si sentiste algo es que ya no sos inexpresivo. Y de allí en más, que ese sea tu piso y no tu techo.

Cuando la exigencia nos traba
Vía libre. Pocas cosas tan gratificantes como expresarte a través del canto, para lo cual primero hay que permitirse hacerlo y... disfrutarlo. Perder el miedo, el paso decisivo.
Especial para Clarín Buena Vida 21/05/13
¿Es bueno ser exigente con uno mismo? Creo que es bueno buscar lo mejor de nosotros, sin duda.
¿Pero qué pasa cuando “lo mejor” NUNCA nos parece suficiente?
Una persona decide estudiar canto, y se prepara para crecer, para desarrollar su voz, para que cada vez fluya con mayor facilidad, para tener cada vez más recursos. Y ejercita todos los días para lograrlo.
Sin embargo, puede llegar a sentir que aún no está lista para mostrar su canto a otros. Todavía falta… falta… falta…
¿Es así? ¿Estamos buscando la perfección? ¿O quizás es que simplemente tenemos miedo?
Una lectora de la primera nota comentó: “El miedo es el protagonista principal para no poder realizar aquello que nos gusta y nos hace felices”.
Es posible que el ser tan exigentes nos paralice y finalmente nos lleve a ese sentimiento tan escondido: la frustración. Y esto puede sucedernos sólo porque nuestra autocrítica no nos permita cantar, así, como mejor podamos hacerlo hoy, como un regalo hacia nosotros mismos, sin necesidad de demostrarle nada a nadie.
¿Y si nos atrevemos a disfrutar? ¿Si nos animamos a dar ese pasito?
Un cantante profesional me escribió: “En un momento, recordé lo hermoso que es cantar y que en ocasiones me cuesta recordarlo, porque canto todos los días, y pocas veces me pongo a pensar lo importante que es en mi vida y lo que de verdad significa, dejando de lado toda la técnica y esa cosas…”
Plumereemos las exigencias, quedémonos con el disfrute.

¡No me animo a cantar solo!
Animarse. La experiencia del coro es enriquecedora para soltar la voz y compartir el entusiasmo por la música, y puede transformarse en puerta de entrada al canto como solista.
Especial para Clarín Buena Vida 26/07/13
Quizá te guste cantar, pero te de vergüenza hacerlo frente a otros. Ni en una fiesta familiar, ni en una reunión de amigos, “que no, que no, que no”.
En ese caso, lo tuyo, al menos para empezar a tomar coraje, podría ser el canto comunitario.
Podés cantar en coros o en grupos pequeños.
Tenés muchas posibilidades para cantar acompañado, y también podés elegir el tipo de repertorio que más te interese.
Hay quienes hacen música popular, otros hacen música clásica, otros, música sacra. Hay muchos coros que abordan todos estos estilos. Los vas a encontrar en algunas iglesias, en universidades, en centros culturales, en talleres de canto.
Cantar con otros te da alegría, te llena de energía, te hace comprender el significado de la palabra “armonía”, te enseña a escuchar a los demás sin perder tu presencia, te educa el oído y, sin duda, te eleva el espíritu.
Es cuestión de encontrar el lugar adonde te sientas más cómodo.
Una querida alumna me envió esta reflexión:
“Recuperar la idea del canto comunitario, de la tribu, hace que perdamos el miedo de estar tan expuestos ante el público. A lo sumo, es un miedo compartido, lo que nos alivia, y nos da el coraje de largar más la voz que cuando estamos solitos frente el público.
“En lo personal, he tenido ambas experiencias, y lo que noto cuando canto con otros es la fuerza, la energía grupal, una emoción muy fuerte, muy poderosa, que es la de sentirme parte de un todo, perder la idea del ego para fundirme con el todo.”
Cantar en un coro es una experiencia necesaria, irremplazable. Si te animás, probá, y, quién te dice, en un tiempo no muy lejano puedas cantar solo, pero rodeado de amigos.
Prensa
![]() | ![]() |
---|---|
![]() | ![]() |
Notas publicadas en los diarios:
"La Nación -Espectáculos" (13/01/2008, 14/03/2008, 13/06/2010) y "Argentinisches Tageblatt" (22/03/2008, 14/08/2010).
Traducciones:

